Hermoso ejercicio creativo en el que se aborda, con sutil trazo, el vínculo entre la naturaleza (ejemplificada en el cauce de un río) y el transcurso del tiempo: el modo en que la huella de éste se percibe en el medio natural, a medida que se suceden las estaciones. El ilustrador Alessandro Sanna se vale de un conocido poema borgiano (que abre la obra) para establecer ese vínculo, asentando la idea de que la vida cotidiana (en apariencia modesta, carente de brillo) constituye el verdadero asombro, aunque no todos sean capaces de percibirlo. Por eso, nos dice Borges, "Ulises, harto de prodigios, / lloró de amor al divisar su Ítaca / verde y humilde". Emerge así una reflexión sobre la condición humana, sobre el lugar del hombre en el mundo, en comunión y armonía con el medio. Una propuesta artística de calado.
Hermoso ejercicio creativo en el que se aborda, con sutil trazo, el vínculo entre la naturaleza (ejemplificada en el cauce de un río) y el transcurso del tiempo: el modo en que la huella de éste se percibe en el medio natural, a medida que se suceden las estaciones. El ilustrador Alessandro Sanna se vale de un conocido poema borgiano (que abre la obra) para establecer ese vínculo, asentando la idea de que la vida cotidiana (en apariencia modesta, carente de brillo) constituye el verdadero asombro, aunque no todos sean capaces de percibirlo. Por eso, nos dice... Seguir leyendo