Libérrima versión de la conocida fábula dieciochesca de Claris de Florian (El gato y el espejo), modificada hasta el punto de que pierde su dudoso carácter ejemplarizante (encerrado en la idea de ese viejo y absurdo aserto "la curiosidad mató al gato") para transformarse en una divertida (como no podría ser de otro modo, tratándose de un espíritu burlón como el de Twain) proclama de la estupidez de aquellos que se relamen en sus prejuicios, lo que les impide interpretar adecuadamente aquello que -en el caso de esta fábula- tienen ante sus mismísimos ojos. La carencia de imaginación, de apertura mental y de una curiosidad estimulante (la que va más allá del puro chismorreo) propicia la ausencia de criterio, imprescindible para evitar el error, la injusticia, la decepción y tantas situaciones motivadas por la falta de discernimiento. Muy interesante.
Libérrima versión de la conocida fábula dieciochesca de Claris de Florian (El gato y el espejo), modificada hasta el punto de que pierde su dudoso carácter ejemplarizante (encerrado en la idea de ese viejo y absurdo aserto "la curiosidad mató al gato") para transformarse en una divertida (como no podría ser de otro modo, tratándose de un espíritu burlón como el de Twain) proclama de la estupidez de aquellos que se relamen en sus prejuicios, lo que les impide interpretar adecuadamente aquello que -en el caso de esta... Seguir leyendo
Fábula del gato, el espejo y el cuadro
Había una vez un artista que pintó un pequeño y muy bonito cuadro y lo colgó de manera que pudiera verlo en un espejo. Se decía: "Así se ve al doble de distancia, resulta más suave y es dos veces más bonito que antes".
Los animales que vivían en los bosques de alrededor oyeron hablar del cuadro al gato de la casa, a quien admiraban mucho, por ser tan sabio, tan refinado y civilizado, tan educado y bien instruido...
Él podía contarles tantas cosas que no sabían y sobre las que no estaban muy seguros de saber algo después de que se las hubiera contado el gato...