Cuando pasen muchos años y echemos la vista atrás quedará solo el poso de los días en que fuimos valientes. Porque, como dicen los autores, el que tiene miedo de la aventura, mejor que se quede en casa. En dos sutiles y poéticos niveles gráficos, la historia refresca los recuerdos de días felices, jornadas cargadas de imaginación, cuando no había prisas y apenas importaban las saetillas del reloj para la pareja de protagonistas. Juntos recorrieron paisajes, conocieron duendes, esperaron a que escampara la lluvia bajo el árbol protector, se hicieron amigos de los animales más divertidos, e incluso estuvieron a punto de salvar la vida del zorro que fue atropellado. Emocionante recorrido vital cuya intensidad es redoblada por las ilustraciones de una artista irrepetible, que sabe plasmar a la perfección el espíritu de libertad, emoción y pureza asociado a la etapa que añoran los mismos que, muchos años después, siguen agarrándose de la mano y viviendo las mismas sensaciones.
Cuando pasen muchos años y echemos la vista atrás quedará solo el poso de los días en que fuimos valientes. Porque, como dicen los autores, el que tiene miedo de la aventura, mejor que se quede en casa. En dos sutiles y poéticos niveles gráficos, la historia refresca los recuerdos de días felices, jornadas cargadas de imaginación, cuando no había prisas y apenas importaban las saetillas del reloj para la pareja de protagonistas. Juntos recorrieron paisajes, conocieron duendes, esperaron a que escampara la lluvia bajo el... Seguir leyendo
¿Te acuerdas?
¿Te acuerdas de cuando nos pusimos a caminar y el camino no terminaba nunca? Una colina tras otra se nos venía encima y pensábamos que nos habíamos perdido. Entonces, buscamos un palo y un pájaro se posó en él y supimos: éste es el palo bueno. Y nos subimos el dobladillo de los pantalones y continuamos caminando agarrados de la mano. En mi abrigo, había un trozo de pan al que solamente le había dado un mordisco y en el tuyo, una manzana, que llevaba allí bastante tiempo y estaba tan arrugada que únicamente podía gustar a las cabras porque no son tan escrupulosas.