Sierra i Fabra sumó un nuevo reconocimiento a su extensa carrera, el Premio Lazarillo, con esta obra en la que aborda temáticas en las que se siente muy cómodo. Como periodista musical y melómano apasionado que siempre ha sido (recordemos para las nuevas generaciones que fundó El Gran Musical, fue director de revistas como Popular 1 y Super Pop, y conoció a las grandes estrellas en sus numerosos viajes y entrevistas); destacan especialmente sus novelas en las que la trama se sitúa en esos ambientes "entre bambalinas". Grace recoge cada poco tiempo los exvotos que los fans siguen dejando en la tumba de su padre (al más puro estilo Jim Morrison); toda una leyenda del rock y que falleció prematuramente en extrañas circunstancias. Entre los fieles se encuentra Norman que, obsesionado con el legado de la estrella, traba amistad con la protagonista, con la que llega a compartir canciones y sentimientos. Con una estructura en la que se alternan las revelaciones y claves que pueden solucionar el misterio que rodea la desaparición de Leo (un personaje tal vez inspirado en la figura de Jeff Buckley); y las emociones y conflictos de los personajes principales, el autor barcelonés traza una certera radiografía sobre las esferas y circunstancias que rodean a los grupos, el way of life de esos idealizados intérpretes y los conflictos internos que se viven en la adolescencia. Un halo de misterio y sensibilidad sirve como base para un argumento que atrapa desde los primeros compases y que hará disfrutar, especialmente, a los amantes de la buena música.
Sierra i Fabra sumó un nuevo reconocimiento a su extensa carrera, el Premio Lazarillo, con esta obra en la que aborda temáticas en las que se siente muy cómodo. Como periodista musical y melómano apasionado que siempre ha sido (recordemos para las nuevas generaciones que fundó El Gran Musical, fue director de revistas como Popular 1 y Super Pop, y conoció a las grandes estrellas en... Seguir leyendo
Como lágrimas en la lluvia
La tumba volvía a estar llena.
Casi parecía mentira.
Flores, botellas de todo tipo —especialmente de cerveza a medio consumir—, fotografías, pulseras y collares hechos a mano, juguetes, como osos de peluche o
pequeñas naves espaciales de Star Trek y Star Wars, pósteres, un par de cómics...
Cada semana era lo mismo, y cada semana Grace alucinaba.
No tanto por el fanatismo o la devoción de los fans,
sino por la clase de objetos que dejaban en la tumba. Por
ejemplo, él ya no tomaba alcohol. Por ejemplo, él nunca
había llevado pulseras o collares.