Nuestro hombrecito siempre tiene frío. Da igual que sea verano o invierno, que tenga tres potentes estufas trabajando a pleno rendimiento, que se ponga capas y capas de ropa con el objetivo de paliar ese malestar endémico. Cuando nada funciona, ni los torreones de mantas eléctricas y bolsas de agua caliente sobre la manta, hay que tomar decisiones drásticas. Por eso decide buscar el abrigo definitivo, ese que le aísle al fin de las gélidas sensaciones. Sin embargo, el frío a veces se produce por otras cuestiones y, cuando su casa ya se había convertido en lugar de peregrinaje por la llamativa, estrafalaria y barroca apariencia que el protagonista adquiere por la suma de ropajes, alguien aparece en su vida para dar una nueva dimensión a las sensaciones que experimentaba. Una tierna historia de amor y amistad con la que más de uno, en estas glaciales mañanas de invierno, se sentirá parcialmente identificado.
Nuestro hombrecito siempre tiene frío. Da igual que sea verano o invierno, que tenga tres potentes estufas trabajando a pleno rendimiento, que se ponga capas y capas de ropa con el objetivo de paliar ese malestar endémico. Cuando nada funciona, ni los torreones de mantas eléctricas y bolsas de agua caliente sobre la manta, hay que tomar decisiones drásticas. Por eso decide buscar el abrigo definitivo, ese que le aísle al fin de las gélidas sensaciones. Sin embargo, el frío a veces se produce por otras... Seguir leyendo
Señor Abrigos
Había una vez un hombrecito que siempre tenía frío.
En otoño, en invierno, en primavera e incluso en verano,
cuando afuera brillaba el sol, siempre estaba dentro de su casita temblando junto a sus estufas a toda marcha.
Nunca recibía visitas, porque era tan sofocante el calor en su casa que nadie podía soportarlo.
Así que estaba solo día y noche castañeando los dientes y pasando mucho frío.
No se atrevía a salir. Afuera hacía todavía más frío.