En su momento disfrutamos especialmente del anterior título de Ray Bradbury incluido en la colección Amor y Susto - Clásicos de Ekaré. A los amantes de la narrativa del irrepetible autor norteamericano no les sorprendería aquel registro, conocedores de la calidad que atesoran todas sus incursiones en el terreno de los relatos, tal vez sí a los que se acercasen por primera vez a la obra del recordado creador de pasajes capitales en la historia del género sci-fi y de la distopía, como Fahrenheit 451 o Crónicas marcianas, serie de cuentos en los que vieron la luz, entre 1948 y 1950, los dos que aquí se proponen. Están ambientados en los comienzos del siglo XXI, por lo que es fácil esbozar una sonrisa al comprobar el poder de la imaginación del escritor a la hora de construir los escenarios que él creía firmes en nuestro tiempo actual. Tanto estos como el resto de los que formaron el corpus de esa obra maestra no están unidos por un argumento lineal, pero sí por un contexto, la llegada y colonización de Marte por parte de los humanos. Aquí se aprecian algunas de las características a las que tradicionalmente se ha asociado la narrativa de Bradbury. La tercera expedición es una inquietante y desazonadora historia en la que se narra la llegada y desaparición de una tripulación llegada a Marte, tras descubrir un poblado que se asemeja mucho a las características urbanas de su país de origen, e incluso a personajes que creen conocer muy bien, pero tras la afable apariencia esconde una terrible realidad.  En El marciano, una pareja de ancianos trata de rehacer su vida, tras sufrir una tragedia familiar, en el planeta rojo. Allí entablan relación con un nativo que destaca por sus capacidades empáticas y transformadoras. Las ilustraciones en blanco y negro de Miguel Pang son un contrapunto perfecto a la selección, y dibujan, aparentemente, incluso pequeños homenajes a otros creadores como Edward Hopper (esa casa victoriana, también cercana a la estética creada por Hitchcock en Psycho...); a la vez que contribuyen a crear un ambiente de misterio, suspense y terror con el que Bradbury, con toda seguridad, estaría encantado. Muy interesante el tributo que realiza a modo de epílogo la traductora, Carmen Diana Dearden, a la vida y obra del creador, fallecido en junio de 2012.

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