Mi nombre es Novoa
Fue muy sencillo: él levantó la voz y yo logré oír parte de lo que decía.
-... ¡Tú qué sabes! ¡No hay nada que haya merecido la pena desde el mambo!
Y ésa fue la razón por la que, ya a partir de entonces, Salomón Carriedo siempre me cayera bien.
-Sí, nena -le oí decir poco después.
O sea, que su interlocutor era una chica. Lo cierto es que no lo había visto entrar, y sólo supe que se encontraba en el bar al reconocer su acento áspero a mi espalda.