Los diez magníficos
-Abuelo, abuelo, ¿me acompañas a comprar leche? –Filo cogió con ímpetu a su abuelo por una manga de la bata. Se le estaba deshaciendo ya en la boca la chocolatina que su madre le había prometido como premio.
–¿Cómo? ¿Qué? ¿A mirar los peces? –preguntó el abuelo sin comprender, y, poniéndose la chaqueta a toda prisa, refunfuñó–: Pero si los peces están en el salón, ¿por qué me sacas de casa?