La esfera del tiempo
Corría el mes de enero de 1916, y nadie recordaba un invierno tan gélido como aquél. En las oscuras salas de la Academia Bloor hacía casi tanto frío como en las calles. Henry Yewbeam empezó a tararear mientras recorría a toda prisa un pasillo helado. Cantar le dio ánimos y le calentó tanto el espíritu como los pies.