Otra vida para Cristina
–¡Cristina! ¡Cristina!
Me llamaban y yo quería contestar, pero no podía. Sin embargo, era capaz de ver las batas blancas, de oír mi nombre, de notar la velocidad de la camilla que me llevaba deprisa, deprisa por los pasillos del hospital.
–¡Cristina!
El coche había dado muchas vueltas de campana. Yo iba dormida y me desperté con el golpe, pero, no sé por qué, no grité ni pedí auxilio, ni siquiera cuando el coche se paró y empezó a llegar gente para ayudarnos.