Papá ha pillado una buena
Desde que llegó, hacía dieciocho meses, puso patas arriba a toda la familia.
Hasta Caramelo y Chocolate, mis mascotas, lo notaron y andaban con caras de perro triste.
Sin embargo, la que caminaba con cara de osito feliz era mi madre, porque había engordado. Mi padre parecía un niño bobo cuando jugaba con el intruso: «Ta, ta, ta, yo soy papá. ¿Y quién es esta cosita tan bonita?», preguntaba imitando la voz de un chico mimoso.