El Mandarín
Me llamo Teodoro, y fui secretario del Ministerio del Reino.
Yo vivía en aquel tiempo en la Travessa da Conceiçao número 106, en la casa de huéspedes de doña Augusta, la espléndida doña Augusta, viuda del comandante Marques. Tenía dos compañeros: Cabrita, empleado administrativo del barrio central, flaco y amarillo como una vela de entierro; y el robusto, el exuberante teniente Couceiro, gran tocador de vihuela francesa.
Llevaba una vida tranquila y bien equilibrada. Durante toda la semana, con mis manguitos de alpaca, en el escritorio de mi repartición, iba trazando con hermosa letra cursiva, sobre el grueso papel Tojal del Estado, frases rutinarias.