Afortunada
Cada mañana de la primavera de 2003 iba a un café a trabajar en Afortunada. Por la tarde volvía a casa a hacer mi obra más seria. Ambicionaba hacer más que un diario en cómic. Uniría los días y se convertiría en una historia. Llevaba una libretita a todas partes y lo anotaba todo, pequeñas historias que se sumarían para crear una gran historia maravillosa.
-¿Cómo va?
-Vete, estoy trabajando. Pero no muy lejos, ¿vale?
Si mi experimento tuvo algún éxito fue gracias a Tom, el héroe reticente de mi «historia». Lo suavizaba todo. Lo hacía más fácil y divertido y aportó mucho.
-¡Vamos, Tom! ¡Sal a recibir los aplausos!
-¡No! ¡No quiero nada de eso!