Las nietas, con esa sinceridad sin tapujos solo presente en la infancia, preguntan a la abuela: ¿cómo es ser viejo? En realidad, tal y como comprobamos, llegar a la ancianidad no difiere "mucho" de vivir en plenitud la niñez. En ambos casos les gusta reír, poner reparos a algunas comidas, disfrutar intensamente cada paso de baile o rechazar las normas, pequeños y mayores comparten buena parte de su filosofía vital. Ahora bien, hay algunos dolorosos contrapuntos. Los enfados no son por las mismas cosas y, aunque siempre hay nuevos amigos por hacer, en la última fase muchos se van definitivamente. Además, los sueños, por ejemplo, no se conjugan en el mismo tiempo verbal. Julie Völk, Premio BolognaRagazzi en 2020 por "No sin mis cosas preferidas", publicado en esta misma editorial, nos regala un bello ejercicio ilustrado en el que la combinación de diversas técnicas (acuarela, grafito, retoques digitales...); genera texturas y evocaciones en finos trazos que simbolizan los ecos, visibles o invisibles, del inexorable paso del tiempo. Un veloz tránsito, aunque este se cronometra también a distinto ritmo según el momento vital, que confluye en un mismo sentimiento, el que permite siempre renovar las ilusiones. Una bella y poética reflexión sobre la vida en el tercer tiempo que muestra a los más pequeños de la casa cómo son las emociones de los ancianos con los que conviven, con acertados toques de humor y poderosa simbología.
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¿Es muy diferente ser viejo?
Abuela, ¿cómo es ser viejo?
¡Ah! Es lo mismo que ser joven. Solamente algo distinto.
Cuando eres pequeño, te gusta reír.
Cuando eres viejo, también.
Cuando eres pequeño, no te gustan todas las comidas.
Cuando eres viejo, tampoco.